LXXXIX
¿No les ha pasado que fantasean sobre toooodo lo que harán cuando tengan tiempo? Y justo, cuando lo tienen, olvidaron aquello que iban a hacer y terminan mirando el techo, regando las plantas con tanto amor que hasta les da miedo que vayan a ahogarlas o de plano, a echarlas a perder con tanta consentidera.
Pero tiene sus lados buenos, por ejemplo: no sabía que el parque cercano a fuera tan tranquilo entreseman, que la luz de mi sala al medio día estuviera tan similar a la de los domingos, pero más sutil; que la tortillería de la esquina cierra temprano y que el señor que trae el garrafón del agua no está nada feo.
Tampoco había notado lo malos que son los programas matutinos y que es preferible chutarse una vez más el capítulo de The Nanny o de That ‘7’s show por el bien de nuestra creatividad mental.
Anoche, cuando llegó Tamara, creo que se preocupó: me encontró en pijama, sin arreglarme, acostada en mi cama viendo series por Youtube y comiendo una sopita Maruchan con tenedor.
─¿Estás bien? ─me preguntó con cara de susto.
─Sí, todo en orden, disfrutando del tiempo libre, querida ─intenté sonar muy natural, casi como si lo disfrutara.
Entonces, mi hermanita se metió en mi cama y me dio un fuerte abrazo.
─No te preocupes, Luna, yo te cuidaré.
Así se vivió el día uno del desempleo, siendo cuidada. Hoy, la pasaré ociosa, masticando chicle y cocinando platillos elaborados para una sola.