Bajita de nuevo

XCIX

─¿Cómo está mi buenita favorita? ─me dijo el simpático de mi hermano cuando llegué a casa de mi mamá.

─Acuérdate que soy tu hermana mayor, respétame, enano.

Justo a tiempo salió mi mamá a recibirme.

─Chiqui, bienvenida. Ya te extrañaba. Con eso de que ahora tienes casa llena, no te acuerdas de una ─el chantaje antes que nada.

─Madre, si hablamos dos o tres veces al día, ¡por dios! ─dije un poco molesta (¡con toda la razón!) y entré directamente a mi cuarto.

─¡Apúrate porque vamos a salir todos, quiero una comida familiar sólo nosotros! Sí, Charles, ni Peter ni el novio de Tamara van. Chiqui, ¿tú ya tienes novio? ¡Nunca me cuentas nada! Tu hermana nunca me cuenta nada, ¿ya tiene novio? De todas formas que ni crea que va a venir, es reunión para nosotros y nada más.

Dejé la maleta en mi habitación y no pude evitar sentirme más bajita, más indefensa, más… hija.

Ahí estaba mi cama individual con el edredón a cuadros amarillos y rojos; el tocador con donas noventeras y dustcollectors en forma de perritos con letreros de “te amo” o “eres la mejor amiga del mundo”. Mis pantunflas chinas, usadas pero resistentes. La toalla con tira bordada y los portaretratos de brillantes colores en donde adolescentes enseñan dientes brillantes por los brakets. De nuevo me sentí en la secundaria, en la prepa; me sentí regañada por mi mamá para que me arreglara linda, para que recogiera mi tiradero. Percibí el olor de la pipa de papá y el sonido de los piecitos de Tamara queriendo hacerse la grande.

El corazón se me apachurró y cuando entró mi mamá, me vio con los ojos un poco llorosos y me abrazó por detrás.

─Gracias por cuidarlos, chiqui. Ellos saben que cuentan contigo.

Quizá me haya equivocado, al parecer mi mamá no me mira como una rival.